“La psiquiatría está en crisis”, decía Whitaker, en la entrevista publicada el pasado 17 de febrero. En ella, el periodista norteamericano, finalista en el Premio Pulitzer al Servicio Público por sus artículos de investigación en el Boston Globe, sostenía que esta disciplina ha difundido una historia falsa diciendo que la esquizofrenia y la depresión tienen una causa biológica y que el problema se podía curar con psicofármacos. Invitaba a una reflexión sobre esta cuestión a la luz del aumento del número de enfermos y de la duración de los tratamientos (matizando que hay pacientes para los que la medicación es necesaria y eficaz).
El debate está vivo y las cartas enviadas al suplemento Ideas se pueden leer al final de esta noticia.
La respuesta no tardó en llegar. Y se publicó también en este suplemento, el pasado 14 de febrero. Miguel Gutiérrez Fraile, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y catedrático de Psiquiatría de la Universidad del País Vasco, cargaba contra la entrevista publicada y reivindicaba el papel desempeñado por los psicofármacos para dignificar la vida de los pacientes con trastornos graves, antes recluidos en sanatorios. Defendía que el uso de fármacos ha aumentado como en otras disciplinas médicas y que el aumento bruto de trastornos mentales en los últimos 40 años con toda probabilidad no es distinto porcentualmente al del de, por ejemplo, el cáncer de páncreas.
El psiquiatra Manuel Desviat critica la excesiva presencia de los laboratorios farmacéuticos en la formación de los profesionales
Pues bien, esta semana, llegaban a la redacción del suplemento Ideas tres nuevas cartas: dos de ellas, contestando la visión transmitida por Gutiérrez Fraile y una tercera centrada en pedir que se piense en los enfermos. Mikel Munarriz Ferrandis, presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, celebra que se haya abierto el debate y aboga por la autocrítica. Sostiene que los psicofármacos son imprescindibles como apoyo, pero que no son la solución y asume que resulta llamativo que se hayan obtenido tan pocos resultados en los últimos 50 años de tratamientos farmacológicos y psicológicos. Invita, por tanto, a que la psiquiatría pierda el miedo a nuevos enfoques y se abra a los saberes de otras ramas del conocimiento.
En esta idea incide la carta enviada por Nel A. González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España, que también celebra que se produzca el debate. Esta organización que agrupa a 300 entidades y asociaciones de personas con trastorno mental y familiares aboga por abordar reformas estructurales en la asistencia a los enfermos con una intervención, coordinada y en igualdad de condiciones, de profesionales de distintas disciplinas (psiquiatría, psicología, enfermería, trabajo y educación social, terapia ocupacional, integración laboral) .
Por su parte, Manuel Desviat, psiquiatra que ha sido presidente de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, insiste en la idea de que los psicofármacos son herramientas auxiliares, muchas veces útiles, como pueden ser los análisis clínicos, pero que no son la esencia de la atención a los enfermos. Y cierra su carta criticando la excesiva presencia de los laboratorios farmacéuticos en la formación de los profesionales.